¿Qué es la herencia en la Biblia?
La herencia es un concepto que se menciona varias veces en la Biblia y tiene un significado profundo en la vida cristiana. En términos generales, la herencia se refiere a la transmisión de bienes, posesiones o privilegios de una generación a otra. En el contexto de la Biblia y la vida cristiana, la herencia tiene tanto un significado terrenal como espiritual.
En el Antiguo Testamento, encontramos numerosas referencias a la herencia en términos de propiedad de la tierra de Israel. La tierra prometida a Abraham y sus descendientes era una herencia que Dios otorgó a su pueblo. Además, en muchas ocasiones, se establecen leyes y regulaciones sobre cómo la herencia debía distribuirse entre los hijos y los distintos miembros de una familia.
La herencia espiritual en la vida cristiana
Sin embargo, la importancia de la herencia va más allá de la posesión material de la tierra. En el Nuevo Testamento, especialmente, se nos habla de la herencia espiritual que los creyentes reciben a través de Jesucristo. Esta herencia espiritual está relacionada con la salvación, la vida eterna y las bendiciones de ser hijos de Dios.
En Efesios 1:11-14, el apóstol Pablo nos habla de la herencia que tenemos en Cristo. Nos dice que en él también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito del que hace todas las cosas conforme al consejo de su voluntad. Y para que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria.
Esta herencia espiritual incluye la adopción como hijos de Dios, la redención mediante la sangre de Jesús, el perdón de nuestros pecados y la garantía del Espíritu Santo como sello de nuestra salvación. Es una herencia que trasciende lo terrenal y tiene implicaciones eternas en la vida de todo creyente.
La herencia como privilegio y responsabilidad
La herencia en la Biblia no solo es un privilegio, sino también una responsabilidad. A medida que los creyentes recibimos esta herencia espiritual, también somos llamados a vivir de acuerdo con ella. Somos llamados a ser buenos administradores de los dones y bendiciones que Dios nos ha dado.
En Mateo 25:14-30, Jesús contó una parábola sobre tres siervos a quienes su amo les confió ciertas sumas de dinero antes de irse de viaje. A su regreso, el amo evaluó lo que cada siervo había hecho con lo que se les había confiado. Dos siervos administraron bien su herencia y fueron recompensados, mientras que uno la desperdició y fue castigado.
Esta parábola nos muestra la importancia de utilizar sabiamente la herencia que hemos recibido. Como seguidores de Jesús, debemos utilizar los dones y las bendiciones que Dios nos ha dado para su gloria y para beneficio de su reino. No debemos ser negligentes ni temerosos, sino diligentes y valientes en invertir y multiplicar lo que nos ha sido confiado.
Respuestas a preguntas frecuentes
1. ¿Cómo puedo recibir esta herencia espiritual?
La herencia espiritual se recibe a través de la fe en Jesucristo como Salvador y Señor. Al confiar en él y arrepentirse de nuestros pecados, recibimos el perdón y la reconciliación con Dios, y nos convertimos en parte de la familia de Dios, obteniendo así la herencia.
2. ¿Cuáles son algunas de las bendiciones de esta herencia?
Algunas de las bendiciones de esta herencia incluyen la paz con Dios, la comunión con el Espíritu Santo, el acceso directo al Padre en oración, el crecimiento y la transformación en la imagen de Cristo, la esperanza de la vida eterna y la promesa de la presencia y el poder de Dios en nuestra vida.
3. ¿Cómo puedo ser un buen administrador de esta herencia?
Ser un buen administrador de esta herencia implica obedecer la Palabra de Dios, buscar su voluntad en todo momento, vivir de acuerdo con los principios y valores del Reino de Dios, invertir nuestros recursos (tiempo, talentos, dinero) en actividades que agraden a Dios y ayuden a otros, y utilizar nuestros dones y habilidades para servir a la iglesia y alcanzar a otros con el evangelio.
La herencia en la Biblia y la vida cristiana es un tema de gran importancia y profundidad. Nos recuerda la generosidad y el amor de Dios hacia nosotros, así como nuestra responsabilidad de vivir de acuerdo con la herencia que hemos recibido. Que podamos valorar y utilizar sabiamente esta herencia espiritual que nos ha sido otorgada, para la gloria de Dios y el bien de su reino.